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jueves, 16 de abril de 2015

Mi nuevo apartamento (Parte III)

Dentro de su cabeza sonaba un ruido sordo, entre un pitido de auto y tambores… «¿Qué fue lo que dijo ese niño?»… Ella había escuchado claramente, pero parece que intentaba negarse a ello, dando la posibilidad de tan siquiera no haber escuchado, lo que realmente escuchó. Y fue cuando súbitamente recordó vagamente, que en su sueño olvidado, había una silueta de un hombre, a contra luz de la ventana de su habitación.
Fueron segundos en los que quedó como detenida en el tiempo: «¿Un suicidio?», se preguntó a sí misma… Así, creyó, que lo más justo era saber la verdad y buscó al administrador del edificio de apartamentos donde vivía; y si no lo encontraba a él, quien fuera debía responderle... Tenía que obtener una respuesta, pues en esa incertidumbre ya había planeado que no dormiría ahí esa noche. Ese niño la había sacado de su estado de alegría y comodidad, con algo que ni sabía si era cierto. Nancy no era el tipo de mujeres que creyera en fantasmas y esas cosas, pero no era tanto lo que posiblemente hubiera ocurrido en su apartamento, con la gente que vivía antes ahí, sino el recuerdo de una parte del sueño que tanto la había intranquilizado, y que la intranquilizaba más ahora.
«Lo siento, el señor Martínez no está. Él se fue a las 5 pm. Ya toca que lo busque mañana», dijo la guarda de seguridad que iniciaba el turno de las 6 pm. Pero Nancy le preguntó a la guarda, si sabía quién ocupaba antes el apartamento 406. La respuesta fue negativa, la guarda no hace mucho había ingresado a trabajar ahí; pero le dio la opción de averiguar con el señor que hacía el turno a las 6 am, y que llevaba bastante tiempo empleado ahí. La chica lo pensó un rato, agradeció a la guarda y subió a su apartamento para sacar algunas cosas. Haría una llamada a Laura, y hasta no saber qué había sucedido en su residencia, no dormiría ahí.
Estaba abriendo la puerta del apartamento, cuando escuchó pasos tras ella, alguien subía la escalera. Nerviosa se detuvo a mirar quién era, era la vecina del 405. Traía dos paquetes grandes, así que Nancy se ofreció a ayudarle, y aunque en un principio la mujer se negó a recibir la ayuda, termino por aceptar ante la insistencia de la chica. La vecina del 405, era una mujer madura, desgarbada, pálida, que aparentaba tener uno 55 a 60 años, aunque realmente tenía 49. Nancy la había visto esa mañana y le parecía que estaba enferma. La acompañó hasta la puerta, y cuando ella la abrió tomó el paquete que le habían ayudado a cargar, dio las gracias en un tono de vos amable, pero apagado; y entró sin levantar la vista...
Nancy, como por un acto reflejo puso su mano en la puerta, antes que la cerrara: «Perdón ¿cuánto tiempo lleva usted viviendo aquí?» No pudo resistir preguntar… La situación como se presentó, hizo que la vecina levantara los ojos y mirara a Nancy directamente a los suyos un poco sorprendida: «Desde que levantaron este edificio, hace quince años» respondió la mujer.

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