Ya hemos leído algunos, pocos en verdad, de los
mitos y leyendas que se suelen contar por épocas de la Semana Mayor o Semana
Santa. Es claro, que muchas hacen parte de la tradición oral de nuestras
culturas y no solamente exclusivas de Latinoamérica… La razón de la existencia
de estas historias, no es clara, no se sabe dónde surgen, aunque puede tener una
función de control… como el influir en una actitud de respeto hacia la
celebración, especialmente en la actitud de los jóvenes y niños. Sin embargo,
hay quienes aseguran que no son meros cuentos.
Hace unos 17 o 18 años, un Jueves Santo, según
cuentan, ocurrió en una zona muy popular, cerca a la ciudad de Cali (Colombia), en una
pequeña población conocida como “Juanchito” (corregimiento de Candelaria), y de tradición
discotequera, un suceso de no creer. El sitio cuenta con una variada selección de
discotecas de alta calidad, donde se baila la salsa. La rumba es tema de
primera mano en el sector. Dicen que corría la media noche de un Jueves
Santo, tal vez en una discoteca de nombre “Changó”, cuando los clientes se
sorprendieron al ver entrar a un hombre alto, corpulento, con elegante vestido
de pulcro lino blanco, zapatillas de charol rojo; un tipo de un extraño encanto
que atrapó la mirada de todas las mujeres en el establecimiento. Los hombres le
miraban con recelo, pero también con una extraña admiración. El sujeto se sentó
a la barra y pidió un trago, cuando unos minutos después, una hermosa mujer
piel canela, ojos y cabello negro, se atrevió a pedir que bailara con ella. Cuentan
los presentes, que el tipo bebió su copa hasta el fondo y salió a la pista con
esa bella mujer. Nadie se quedó en pista a acompañarlos, cuentan que el extraño
sujeto bailaba la salsa como ninguno y que la chica no podía menos que estar extasiada
de placer… hasta que algunos, dicen, vieron que una cola que terminaba en
punta, se le movía al ritmo de la música, otros dicen que le vieron cachos,
pero todos, definitivamente… que sus pies resultaron siendo grandes cascos como
como las pesuñas de un cabro. Inmediatamente el asfixiante olor a azufre hizo
que la multitud abandonara despavorida el lugar. La mujer que bailaba con
aquella bestia, gritaba horror, hasta que seguro se desmayó en medio del olor,
el miedo y las macabras carcajadas de aquel ser demoniaco. Cuentan además, que
los que tenían auto, intentaron encenderlo sin lograrlo, y no pudieron huir. Después
que todo se calmara, e intentaran comprender o reponerse, aunque sea, de lo
sucedido, ingresaron de nuevo al establecimiento, encontrando a la chica con la
que le diablo bailó, tirada en medio de la pista, con graves quemaduras en sus
brazos.
Lo último que se supo, fue que hubo los que vieron
a ese extraño ser, cruzarse el río hasta la otra orilla corriendo o flotando, no se sabe… y en la otra
orilla, soltar una carcajada pavorosa que retumbó en la oscuridad de aquella noche de
rumba, en Semana Santa.
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