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viernes, 3 de abril de 2015

El bailarín



Ya hemos leído algunos, pocos en verdad, de los mitos y leyendas que se suelen contar por épocas de la Semana Mayor o Semana Santa. Es claro, que muchas hacen parte de la tradición oral de nuestras culturas y no solamente exclusivas de Latinoamérica… La razón de la existencia de estas historias, no es clara, no se sabe dónde surgen, aunque puede tener una función de control… como el influir en una actitud de respeto hacia la celebración, especialmente en la actitud de los jóvenes y niños. Sin embargo, hay quienes aseguran que no son meros cuentos.



Hace unos 17 o 18 años, un Jueves Santo, según cuentan, ocurrió en una zona muy popular, cerca a la ciudad de Cali (Colombia), en una pequeña población conocida como “Juanchito” (corregimiento de Candelaria), y de tradición discotequera, un suceso de no creer. El sitio cuenta con una variada selección de discotecas de alta calidad, donde se baila la salsa. La rumba es tema de primera mano en el sector. Dicen que corría la media noche de un Jueves Santo, tal vez en una discoteca de nombre “Changó”, cuando los clientes se sorprendieron al ver entrar a un hombre alto, corpulento, con elegante vestido de pulcro lino blanco, zapatillas de charol rojo; un tipo de un extraño encanto que atrapó la mirada de todas las mujeres en el establecimiento. Los hombres le miraban con recelo, pero también con una extraña admiración. El sujeto se sentó a la barra y pidió un trago, cuando unos minutos después, una hermosa mujer piel canela, ojos y cabello negro, se atrevió a pedir que bailara con ella. Cuentan los presentes, que el tipo bebió su copa hasta el fondo y salió a la pista con esa bella mujer. Nadie se quedó en pista a acompañarlos, cuentan que el extraño sujeto bailaba la salsa como ninguno y que la chica no podía menos que estar extasiada de placer… hasta que algunos, dicen, vieron que una cola que terminaba en punta, se le movía al ritmo de la música, otros dicen que le vieron cachos, pero todos, definitivamente… que sus pies resultaron siendo grandes cascos como como las pesuñas de un cabro. Inmediatamente el asfixiante olor a azufre hizo que la multitud abandonara despavorida el lugar. La mujer que bailaba con aquella bestia, gritaba horror, hasta que seguro se desmayó en medio del olor, el miedo y las macabras carcajadas de aquel ser demoniaco. Cuentan además, que los que tenían auto, intentaron encenderlo sin lograrlo, y no pudieron huir. Después que todo se calmara, e intentaran comprender o reponerse, aunque sea, de lo sucedido, ingresaron de nuevo al establecimiento, encontrando a la chica con la que le diablo bailó, tirada en medio de la pista, con graves quemaduras en sus brazos.



Lo último que se supo, fue que hubo los que vieron a ese extraño ser, cruzarse el río hasta la otra orilla corriendo o flotando, no se sabe… y en la otra orilla, soltar una carcajada pavorosa que retumbó en la oscuridad de aquella noche de rumba, en Semana Santa.



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