La
entrada al ático se camuflaba muy bien con el techo de la casa, por eso no la
habían visto… hasta que se buscó. Aunque July apenas medía 1,65 metros, trajo
la escalera de aluminio y subió hasta la escotilla del ático, una puerta de un
metro cuadrado. Intentó abrirla, pero parecía sellada o trancada con algo, eso
fue lo único que le hizo cambiar su determinación de sacar el gato ella misma,
y tal vez llevarlo a un refugio de animales… Mientras intentaba abrir la
pequeña puerta, pensaba que el bendito animal, estaba atrapado, su maullido
triste y extraño seguro era pidiendo ayuda… y aunque intentó de varias formas,
no pudo abrir la puertecilla.
La
chica salió de nuevo al exterior de la casa, intentó ver por dónde pudo entrar
el gato, que también pudiera salir por el mismo lugar… aunque los gatos no son
tontos, así que supuso que tal vez estaría enfermo o herido, y no se pudiera
mover o estaba atrapado. No había buhardilla, a simple vista no notó tejas
sueltas o rotos en el techo, así que decidió mejor esperar a Samuel: “Él me dará una mano”, dijo con la
sonrisa de una mujer enamorada que anhelaba no sólo una mano…
Esa
fue otra tarde solitaria, o mejor, acompañada del lamento desesperado de un
gato, que en ocasiones le daba escalofrío. Samuel llegó a eso de las 5:40 de la
tarde. Aún la luz del día iluminaba el barrio con esplendor y a July le dio
mucho gusto tenerlo de nuevo en casa. Al entrar él mismo escuchó los maullidos,
ahora leves… y mientras hacía un gesto de no querer otra noche espantosa, July
le contaba lo que había hallado al final del pasillo.
Samuel subió las escaleras y también notó que la
escotilla estaba atascada, así que se afirmó bien en la escalera, y dando un
fuerte empujón con su hombro… sintió que algo se rompía, pero la escotilla se
abrió. La levantó, y sintió un fuerte olor a humedad, mezclada con otro olor
que no supo identificar. Pidió la linterna, que prestamente le facilitó la
esposa, y al mirar, vio un espacio vacío con algunos objetos grandes y otros
pequeños, cubiertos de un denso polvo: “Esta
casa es antigua, amor”, dijo con cierta fascinación… que lo llevo a entrar
al ático para descubrir sus secretos. Diez minutos después, Samuel bajó algo
apresurado, que al poner los pies en la escalera la desestabilizó y casi cae…
ni siquiera bajo peldaño a peldaño, sino que se lanzó. July lo vio
descompuesto, con el rostro pálido y un gesto de desconsuelo y horro, y una
profunda angustia: “Samuel ¿qué pasó?”,
preguntó la chica… Samuel respondió, con voz trémula: “Hay que llamar a la policía.”
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